27/8/12

EL FLAMENCO EN LA NAJARRA

Tiempo y unos cuantos días me he llevado pensando antes de decidirme, si hacerlo o no, el poner esta crítica en mi blog, simplemente por el hecho de que alguien al leerla pudiera pensar que lo hago por presunción o por engreimiento hacia mi persona. Nada más lejos de la realidad, porque entre otras cosas ya no tengo edad para ello, y simplemente el hacerlo, lo hago como una forma de agradecimiento hacia la persona del Sr. Chema Cotarelo Asturias por escribir cosas tan bonitas hacia mi persona, aunque yo tenga conciencia de que sólo soy un aficionado más de los muchos que hay que aman este arte llamado flamenco.
      
    El cantaor Arturo Fernández en la peña flamenca Rafael Muñoz de Almuñécar

                                                                          por

                                                       chema cotarelo asturias

A la luz de la luna sexitana, entre plataneras, presuntas pomarrosas y pitahayas, formas tropicales que acunaron, como un rayo caído de entre las sombras de la nueva noche, el magisterio, la magia de la voz del cantaor Arturo Fernández. Fue en un acto organizado por la peña flamenca Rafael Muñoz en el palacete de La Najarra. Olas que van y vienen al sonido de las palmas, viento que mece las hojas con la guitarra del prodigioso artista Ramón del Paso, cuyas manos trenzaron la voz del cantaor cual si fueran maromas de una barca. Lo demás fue todo duende y recogimiento, angustia en las Siguiriyas, cuando no, tragedia y lamento, o poema dramático, al decir de Machado y de Rafael Huertas, "el taruguillo", como se conoce a la andante enciclopedia del flamenco en Granada.

Halo de luna en las Tonás, cante primitivo donde los haya con el Tío Luis el de la Juliana, coplas asonantadas, Romances que recuerdan la pérdida de la Alhambra y la memoria de El Planeta, El Fillo, Juan de Dios o María de las Nieves: Granainas a la rosa y a la Virgen que guarda el secreto del querer en su pecho de nácar. Tangos de dos por cuatro de Cádiz y Triana y un fondo de la Niña de los Peines "que hasta los dedos se chupaba". En la segunda parte La Caña, el cante al que Don Antonio Chacón redondeo y las Soleares, al estilo del Viejo Noriega, del Pinea, la Andonda y el Quino de Triana. y de cada uno fue dando cuenta y forma el cantaor que sabe lo que siente y lo que canta. Remate de Siguirillas al estilo de Manuel Cagancho de Triana, de Paco la Luz de Jerez y de los Puertos el Ciego de la Peña.

Y el aire ya dulce de miel y guayabas, la luna trémula: sobre las olas del mar, una melodía de silencios y de algas y en el tablao Bulerías, jaleos y palmas y un rasgueo fino de la guitarra con alma y claridad arcana y la voz arrolladora, inconfundible, necesaria, venida de no sé dónde ni de que magia de Arturo Fernández, un cantaor para el mundo, pero de Granada, que sabe, como ya se dijo, para bien del cante y del flamenco, lo que canta.

Dan fe de ello, el público asistente entregado y las amainadas formas del agua y hasta unos angelillos que me pareció ver entre las erguidas ramas. Una noche inolvidable de duende que inevitablemente nos recuerda a Federico: "Lo flamenco es una cosa viva con los pies en el caliente barro de la calle y la mente en los vellones de las nubes desgarradas". Hasta esas mismas nubes ascendió en Almuñécar, de la mano de la guitarra de Ramón del Paso, la voz de Arturo Fernández. Quedan en el eco de la noche esencias de ese saber cantar, de esa manifestación del alma.











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